Esto es largo, quizá aburrido, pero es la mejor entrevista que me hicieron, donde me desnudé al máximo... Solo es para quienes quieren ser dibujantes o me quieren verme desnudo...y me la realizó mi amigo Cesar Da Col, excelente dibujante infantil...
EL SEÑOR DE LOS SOMBREROS
Entrevista a Cilencio, humorista gráfico.
"El humor debe hacerse sólo para divertirse, o para golpear a los malditos que estropean el planeta".
Cilencio
Entrevista a Cilencio (Eugenio Cilento), efectuada por César Da Col en nombre de la Comisión Organizadora del Museo de la Caricatura "Severo Vaccaro", durante el mes de Noviembre de 2003. El reportaje fue publicado de manera parcial en la revista "El Historietista N°4" (www.elhistorietista.netfirms.com), en Marzo del 2004. Esta, la versión completa, se publica por primera vez en Internet en "Salta La Risa".
Museo: -¿Dónde naciste? ¿Año?
Cilencio: Nací en Floresta, si no me equivoco demasiado, en la calle Medina, en la casa de mi vieja, allí por el nonagenario y glorioso año de 1948, año de genios como Ceo, Izquierdo Brown, Grondona White, Fortín y Aldo Rivero. Yo vine con la misión diabólica de arruinar el promedio de calidad artística. Pero viví muy poco ahí, porque esa casa la perdió mi viejo a la ruleta, y luego de varios yaconventis, pasé desde los 4 años hasta los 32 en Villa Luro, que fue mi verdadera cuna cultural. Allí me casé, tuve a mi hijo y a mis amigos Roberto Docampo, y Luis Alvarez, de los que aún conservo su amistad.
M:-¿Te gustaba leer de chico?
C: De chico, leía de todo, como empecé a leer muy bien a los 6 años, leía desde los diarios La Prensa, Democracia, La Razón, pasando por Billiken y sobre todo El Pato Donald, a quien amé, y a ese personaje chillón, malhumorado, pobre y por eso humano, que era lo contrario de los súper héroes, a los cuales jamás les tuve simpatía, porque me parecían muy pelotudos, les debo mi amor por el humorismo, y quizá por dibujar humor.
En paralelo, ya a esos 6 años, aprovechando la biblioteca de mi viejo, leí Las mil y una noches, y Don Quijote, en versiones completas de Editorial Sopena, amén de cualquier cosa que me caía en las manos, como cuentos infantiles, que leía en la librería de mis tíos.
M:-La estética de tus personajes "con sombrerones" (sobre todo los que hacías para la revista "Humor") tienen un aire a "cuento de hadas", a "misterio", a "gnomos"...¿Creías en seres mágicos en tu infancia?
C:Amaba a una colección española de cuentitos ilustrados, muy pequeños, de 5 por 7 centímetros, y 28 páginas, Calleja, que aún conservo y leyó también mi hijo. Allí supe que las brujas salían a las 12 de la noche, y volaban, y que había monstruos y ogros y gnomos, y creía en todos ellos, lo mismo que los fantasmas. Y me daban miedo. Y la prueba de que existen, es que son invisibles, y por eso nadie los puede ver. En mi adolescencia pasé por todas las etapas, desde Julio Verne y Salgari, hasta clásicos de todas las épocas, como La madre, de Gorki, pasando por policiales como Mister Reader, de Editorial Tor, y lo que me cayera en las manos. Mi infancia consistía en jugar a "la pelota" y leer, además de comer como una bestia.
M: ¿Y el Cine? En aquellos tiempos, el cine y las revistas de historieta eran los favoritos de los chicos...
C: Al cine iba poco, con mis viejos y me gustaban más que nada las de Chaplin, que me hacían reír tanto que me ahogaba. Hablo de mi primera infancia, hasta los 12 años. Luego sí fui mucho al cine, cuando daban 3 películas juntas, y hasta me quedaba a ver la primera que podía ver dos veces, ya que era continuado. Me gustaban las de "convois", como se decía entonces, aunque me daba por las pelotas, que el "muchachito", después de luchar contra los malos, salvaba a la "muchacha", y luego se iba como un pelotudo, abandonándola para siempre, y ella boba por él. Y me podrían las musicales. Eso hasta que descubrí el cine Lorraine, y comencé a ver cine europeo, ya en mis 17. Y nunca más pude ver las típicas bazofias de Hollywood.
Museo: ¿Qué films europeos hicieron que abandonaras a Hollywood?
C: Las películas europeas que me volaban la cabeza fueron todo el cine francés de de los '30, a cuya cabeza estaba Jean Renoir, como Bajo los techos de París, El muelle de las brumas, La gran ilusión, que preanuncia el neorraliasmo italiano, de Fellini o De Sica. Allí los actores eran buenos actores, por lo general nada bonitos, gente normal, y no galanes o bellezas salidas de los bisturís de los cirujanos plásticos. Títulos no recuerdo muchos, porque soy de mala memoria para el pasado lejano, porque vivo en cada segundo del presente. Pero puedo citar Roma Ciudad Abierta; Amarcord; Pan amor y fantasía; Todos somos asesinos; Los payasos, de Fellini; Las diabólicas, para mí la mejor película de suspenso que se filmó, de la que Hollywood hizo una pésima remake; Los Puentes sobre el río Rin, con una protagonista que me reventó todos los ratones y me casé mil veces con ella. También me mató Kurosawa, el cine ruso de posguerra, Serguéi Eisenstein, con su El acorazado Potemkin, del cual muchos historietistas copiaron los enfoques y el modo de iluminar. También me impactó todo el de atrás de la cortina de hierro, donde la guerra era una mierda, y los muertos dolían todo el resto de la vida de uno. Y por supuesto, todo Ingmar Bergman, del cual vi todas sus películas. En todo ese cine europeo, al contrario de Hollywood, los hombres y las mujeres eran de carne y hueso, tenían relaciones sexuales, y no por eso la muchacha debía morir, en el final de la película, como en Duelo al sol. No eran héroes y tenían problemas verdaderos, miedos, incluyendo uno fundamental, la falta de guita.
Museo: ¿Escuchabas Radio en tu infancia?
C: Si hablamos de radio, yo fui un hombre pegado a una radio, desde mis cercanos 5 años, cuando mi viejo compró una muy buena, y yo me preocupé en tratar de entender como mierda la gente hacía para hablar, entrando la voz por el cable de la radio, desde el enchufe. No lo logré. Aún tampoco. Quizá estaban escondidos dentro de la radio, que era muy grande.
Audiciones recuerdo La Cenicienta, que era una audición infantil, con una mina de una voz dulce como la miel; Tarzán; Felipe, con Sandrini; Los Pérez García; Qué pareja; El Relámpago, que era la redacción de un diario, muy cómico, y de la cual aún suelo cantar el final de su cortina, cuando llego a una redacción: -...y de vuelta nuevamente, en la alegre redacción". Y música, todo, sobre todo melódica, clásica y folclórica, con algo de tango, pero poco, sólo los buenos cantores y las orquestas como Di Sarli, mi preferida.
Y todo lo que dibujé, fue acompañado por una radio.
Museo: Entonces para vos, el verdadero "héroe" (o "superhéroe") es el "antihéroe", el tipo común, el que sufre los abatares de la vida...
C: Y hablando de historietas, no tengo dudas de que el héroe es el tipo común, el que sufre por la mierda de la civilización programada por la ambición esquizofrénica de los que logran el poder, como Atila, Napoleón, Hitler, Bush, Onganía, Menem o De la Rúa y los dueños del dinero, que los manejan, como Bill Gates o Yabrán. No es héroe, salvo excepciones, el que aparece en Billiken, ni en los libros de historia, y mucho menos el de las historietas yanquis, que jamás se echaban un polvo, y ni hablar de cagar, mear o tener miedo.
Es claro, que aparte del Macartismo de EE.UU., en muchas historietas, se notaba la tendencia gay de sus autores, como Harold Foster, Alex Raymond, Burne Hogarth o quienes hacían los productos Disney, incluido mi muy amado Donald y mi demasiado odiado Tío Patilludo. Ojo, a todos los que nombré, no les quito un micrón de mi admiración por sus tendencias sexuales, porque como decía mi vieja, que era muy sabia, todos tienen derecho de hacer de su culo un pito. Pero sacaban un producto híbrido, tanto que sólo con mucha cultura psicoanalítica, se puede notar eso. Porque no se animaban tampoco, a hablar con sinceridad de sus tendencias, para contemporizar con los gay, ni tampoco les daban un ejemplo de heterosexualidad a los heterosexuales.
Pese a todo eso, Donald era humano, y es humano el tipo que lucha en la guerra y se queda loco por haberla soportado, si es que no se murió.
De eso me di cuenta, gracias a Oesterheld, que en una de guerra, dibujada por Pratt, pone a dos tipos recogiendo cadáveres de los suyos, con una camilla, para enterrarlos. Y uno dice:
"-Los peores son los heridos en los intestinos, por el olor que sale-". Por supuesto se refería al olor a mierda. Ahí comprendí en toda su dimensión, de la mierda total, la máxima locura del hombre, que era la guerra. Hasta ese día, intuía la verdad, pero no la había comprendido en toda su dimensión. Aunque ya había leído en una novela: "Las estrellas miran hacia abajo", que las guerras no eran por el honor de la patria y la bandera, sino que las hacían los dueños del dinero, para ganar más dinero, vendiendo armas o ganando fortunas, prestándole dinero al estado, para que las compre, junto a todo lo demás que se necesita. Contaba como el emporio alemán Krupp, aún perdiendo Alemania la primera guerra, ganó muchísimo dinero, poniendo los huevos ganados vendiendo armas al estado, en canastas como Suiza.
¡¡¡Viva el pequeño héroe, el hombre que sos vos, tu viejo, tu hermano y tu amigo, y las mujeres que lo rodean, que se rompen el culo laburando, y luchando por ideales, muchas veces muy chiquitos, como formar una familia y querer sacar mejores que él o ella, a sus hijos!!!
En eso me di el gusto de hacer de "Bala Perdida", en Diario Popular, un súper héroe nacional, que cagaba, tenía el calzoncillo roto y no tenía para comprar otro, y que el súper traje se le encogía cuando llovía, pero que era de tela barata, la única que podía comprar, en la época de Menem. Y que además, se acostaba con todas las minas que le daban bola.
Museo: ¿Cuándo te diste cuenta que lo tuyo era el dibujo? ¿Dibujabas en el colegio?
C: Dibujaba en el cole, y era del grupito de los mejores. Pero al revés de ellos que estaban pillados de su técnica, yo sabía que no sabíamos un carajo, y que para ser bueno, había que estudiar y muchíííííísimo. Yo fui el único que llegó a profesional. Pero esa no era mi aspiración, porque por modestia suponía que era demasiado difícil, y como era huérfano de padre desde los 13, y con mi vieja estábamos más pobres que las ratas, ni soñar con la Panamericana de Arte. Y con Bellas Artes, tuve una actitud tonta, por motivo de mi inexperiencia en la vida, y por modestia en mis recursos artísticos, ya que hice un pésimo secundario comercial. Me llevé 23 materias y aún debo matemáticas de cuarto y quinto. Y no era por bestia, porque en un día preparaba las materias y las daba, sino porque el comercial me interesaba un carajo.
Y una noche de invierno, vi unos dibujos de Sylverson, un humorista yanqui, que hacía chistes de un cuadro, pero con formato de tiras, y me dije: "-Yo puedo hacer eso-", y pensé en un rato veinte ideas y las dibujé al día siguiente. Y como tenía conciencia de que era espantoso el dibujo, decidí que si los llevaba a las editoriales, quizá me hacía amigo de algún dibujante y me enseñaba algo. Año 1958.
Tuve la desgracia que en el primer lugar que las mostré -La revista dislocada- que era una versión en papel de la audición de radio, me las publicaron, porque en el fondo, las ideas eran buenas.
¡Cagamos! Ahí me agrandé y comencé a estudiar dibujo, con el libro de Andrew Loomis, "Dibujo de figura en todo su valor", y puse millones de "horas-culo-silla-tablero", (mejor dicho mesa, porque tablero no tenía al principio).
Y esos fueron el principio de mis inicios, porque sigo en la misma, siempre iniciado una nueva etapa. Y siempre fueron duros, con revistas que se cerraban, en un país dominado por dictadores y cada día más hecho mierda.
Pensé decir "empobrecido", pero sería un eufemismo demasiado almibarado.
Museo: ¿Qué sentiste cuando viste tus dibujos publicados por primera vez en "La Revista Dislocada"? ¿Qué pasó por tu cabeza?
C: Ahora, hablando de alegrías, cuando salí de la redacción de "La Revista Dislocada", bajé las escaleras muy despacito, llegué a la calle, y me mandé el grito más fuerte que debo haber gritado en mi vida. Mucho más estentóreo que cualquier gol de San Lorenzo o de la Selección. No era una satisfacción personal, para mis 18 añitos, era un milagro, era magia. Y esas cosas son inefables. Y cuando ví publicados los dos primeros, debo haber pasado horas mirándolos.
Otro tanto me pasó en Avivato, cuando a un dibujo mío, le pusieron en letras de molde, la palabra Cilento, porque en esa época, aún firmaba con mi apellido.
Museo: Muchos dicen (y parafraseando un texto escuchado en "Los Simpson") que "el olor de la tinta impresa en papel es el ´perfume de los sueños´ (o de la ´imaginación´) ¿Estás de acuerdo con eso?
C: Y otra cosa a la cual amo, es el ruido de las rotativas, cuando están imprimiendo trabajos míos. En el Diario "El Mundo", nos quedábamos con José María Fernandez Dieguez, uno de los mejores periodistas que conocí (y eso que conocí muchos muy buenos, de los cuales aprendí demasiadas cosas) hasta las dos de la mañana, para llevarnos el diario aún calentito, y para ver nuestro trabajo. Y por supuesto, el olor más tractivo del mundo, es el de la tinta aun húmeda. Supera al de los claveles, y más todavía, quizá al del olor de una mujer desnuda a tu lado, en una cama.
Museo: Luego de publicar en "La Revista Dislocada" ¿qué otras publicaciones le siguieron?
C: Después de mi debut, siguieron Avivato, un montón de revistas de vida tan larga e inútil, como el pedo de una mosca, las 13 de Ediciones Torino, Rico Tipo, Tía Vicenta, que cuando Landrú me publicó el primer laburo, ya antes había rebotado 12 veces, y con justa razón.
En la misma imprenta donde imprimían las cosas de Torino, salía "Ocurrió", una revista de actualidad, que era lo que luego fue Gente, pero en blanco y negro y sin guita, pero hecha por periodistas geniales, como Carlos Llosa, Cincugrana, y Loiácono, que luego me recomedaron a Gente. Allí fui dos años, el único humorista. Y se me hizo también la recomendación para ir a "El Mundo", donde publiqué primero que nada "Edmundito Periodista". Había gustado tanto, que desplazaron de su lugar a "Mafalda", que fue a otra página. Fue mi primer gran éxito, y mi primer gran fracaso. Yo no estaba maduro para analizar ciertas cosas, y me burlaba de los periodistas. Y las críticas hicieron que yo mismo la volara, y pasara a la página de historietas, haciendo un chiste mudo, de un solo cuadro. "Mafalda" recuperó su lugar.
Luego vino mi revancha, porque en la edición vespertina, comencé a publicar "Bala Perdida", un adolescente que se acostaba con todas las minitas posibles, y fue un exitazo. Sobre todo, teniendo en cuenta de que era muy zafada para la época. Hasta Quino me felicitó por ella. Luego fui figurita en "Tía Vicenta", que era suplemento de "El Mundo". Y después la oscuridad. Cerraron el diario, por presión del Gobierno y de un diario que heredó el tiraje de "El Mundo", 120.000 ejemplares.
Museo: ¿Sos un dibujante "surrealista"? ¿Influyó en vos el movimiento surrealista?
C: Cuando me preguntan si el surrealismo influye en mí, yo hice chistes oníricos, fantasiosos, mágicos, quizá mucho antes de darle bola a la palabra surrealismo. Trato de divertirme, y sé que si me divierto yo, alguien más se va a divertir conmigo. Sobre todo porque un poco de fantasía, en un mundo donde el drama y la realidad aburrida aplastan a la gente, todos necesitamos un poco de fantasía, como el drogadicto necesita droga pesada, para escapar de la realidad, aunque sea un ratito.
Museo: Hablemos de LOS "TROMPAS"...
C: Si quieren saber como fueron los trompas que tuve, tengo que decir como los jugadores de fútbol, que "los mejores DT son los que los ponen de titulares". Y si les pagan bien, mejor. Y los peores quienes no los ponen. Si es por eso, tuve muchos buenos trompas o jefes. Entre los mejores, están Torino, El Dr. Infante en "El Mundo", Carlos Fontanarrosa, el periodista, en "Gente" y "El Gráfico", Julio Korn, junto a Enzo Ardigó, en "Goles", "García Ferré" (todo un caballerazo) al cual aún le debo afecto por un favor que me hizo. Cascioli, que me dio la oportunidad de hacer color en la contratapa de "Humor", Albertengo, en "Diario Popular", e incluso el Dr. Lauro Laíño, que sin ser dueño, y en época de gran malaria, me pagó más de lo que yo esperaba.
Museo: ¿Cómo fue aquello de tener a un grande como Héctor Torino de patrón?
C: Si te interesa, te cuento que para Torino, comencé plantando "Don Nicola" en lápiz, pero enseguida dejé eso y comencé a dibujar historietas con mi estilo, con argumentos de los hermanos Levalle, que trabajaban para "Rico Tipo". Pero como no me agradaban demasiado, comencé a dibujar con mis argumentos, y fue un pequeño éxito. Según Torino, yo era el único que lo hacía reír.
Y un día, comencé a publicar chistes sueltos, con mi estilo, que lo fui evolucionando de algo parecido a Torino, accediendo a lo que me pedía Dante, el hermano de Torino, hasta mi propio estilo, que era muy distinto a lo de hoy. Eso fue para mí un logro, porque me pidieron chistes para las 13 revistas de la editorial. Pero duró poco, porque Torino nos echó a mí y a Anselmo Borello, porque las cosas iban mal, ya que él descuidaba la editorial. Y luego se cayó todo, por las mismas razones.
Museo: ¿Y a García Ferré?
C: Para García Ferré, comencé escribiendo chistes para un programa familiar de preguntas y respuestas, en Canal 9, que se llamaba si no me equivoco, "La hora de Calculín", con animación de Larrea. Y después hice los guiones de "Anteojito y Antifaz", en las páginas centrales de la revista, durante casi dos años. Los dibujos eran de Casaglia.
Museo: ¿Y Andrés Cascioli?
C: En "Humor", comencé luego de un rebote de Cascioli, porque tenía dos estilos diferentes, le hice un estilo nuevo y en el número 7, entré. Y enseguida tuve bastante suerte, la de publicar mucho.
Museo: ¿Cómo nacieron tus famosos "personajes con sombrerones"?
C: Lo de los sombrerotes, fue paulatino, porque me gustaba dibujar chistes burlándome de los ricos y vanidosos. Y los vestía de frac y galera. Y se me ocurrió agrandar de a poco las galeras, y a la gente le gustó. Y de ahí me ensañé, y llegué a dibujar galeras tan largas, que daban vueltas e incluso, con una sola copa, la usabas dos personajes distantes al mismo tiempo. Eso me dio más fama, que todo lo demás que hice. Nunca sabré bien las causas.
Museo: Antes de la revista "Humor", no era frecuente en tus trabajos que
utilizaras el "color directo" (témpera, acrílico) ¿A qué se debió ese cambio
técnico?
C: El llegar al color con acrílico, me llevó unos 8 meses. Comencé llevando, como todo el mundo, algo a color, con la tímida esperanza de que me publiquen algo, pero tuve tanta suerte de que a Cascioli le gustó lo mío, y me alentó, publicándome todo. Y para más felicidad mía, el me dijo que usara las Pebeo, unas anilinas francesas que usaba Mordillo, y también Cascioli, que permitían el paso de color mejor que la témpera. Cosa que logré enseguida. Pero pronto el Tano (Cascioli) comenzó a usar acrílico, y me dejaba verlo pintar. Yo seguía su técnica como un perrito, tratando de aprender, porque no tuve otra escuela ni otro ejemplo. Gracias a él, aprendí lo que era paso de color bien hecho. Y el acrílico te permite cosas, como retoques, veladuras y cambios de color, que no lo tolera ninguna otra técnica. Inclusive pintar con el pincel chato, jugando a imitar a Goya, o a Turner, salvando las infinitas distancias.
Museo: Una constante en tus trabajos en "Humor" era pegarle duro a la dictadura
del Proceso...¿eso te trajo algún inconveniente? ¿Sufriste algún tipo de
censura? ¿Eras conciente que tus trabajos eran denuncias explícitas contra el
régimen? ¿No tenías miedo?
C: Pegarle duro a la dictadura, me trajo el inconveniente de tener mucho cagazo, yo y Betty, mi mujer, pese a que ella jamás me lo dijo ¡Eso es una mina con huevos! Me enteré por Marcelo Niño, cuando se lo preguntó hace poco, delante de mí. Porque decir miedo sería un eufemismo ambiguo, y no me gustan.
La censura era autocensura mía y de Cascioli, porque yo le llevaba varios bocetos y él elegía, pero algunos ya los censuraba yo antes de mostrárselos, porque eran suicidas. Y él también censuraba los demasiado zarpados, aunque no sé quien de los dos estaba más loco.
Y toda la revista en sí, era censurada, porque si hubiéramos publicado lo que teníamos ganas de decir, hubiera estado cerrada Humor, por fallecimientos y desapariciones múltiples. Ahora, en lo que respecta a mis dibujos, nunca el "desgobierno" de esa época, jamás dijo nada. La opinión pública mundial, los inhibía, ya que el humor es inimputable, salvo desfasajes demasidos locos.
Museo: También realizaste humor gráfico con temática sexual para "Sex
Humor"...¿Con qué tema JAMÁS harías un chiste?
C: Hacer chistes sobre sexo, no me parece ni malo ni bueno. Me encantaba hacerlo, cuando era prohibido por los militares, que eran muy puritanos, aunque no para torturar, y hacer desaparecer opositores. Era una forma de rebelarse contra la hipocresía. Durante la democracia, pasó a ser sólo un negocio, y ya no me divertía, era una manera de "llenar la heladera", como dice Rulloni. Sí en cambio me gusta el humor con ingenio y erotismo, y burlándome de los prejuicios puritanos idiotas que hay sobre la sexualidad.
Porque siendo el sexo una de las cosas más hermosas que nos dio El Creador -y no digo Dios, porque soy agnóstico y no sé que es Dios, y menos que es la vida-, es también una de las más terribles. Y es porque con el sexo, aparecen los celos, la impotencia, la eyaculación precoz, las infidelidades y los abandonos. Y de los dolores es bueno burlarse, para atenuarlos.
Con lo que jamás hice ni haré un chiste, es chupándole las botas a nadie, ni con los que en verdad sufren, por ser víctimas de los poderosos y de los grandes H. de P.
El humor debe hacerse sólo para divertirse, o para golpear a los malditos que estropean el planeta. Uno no se puede burlar de quien sufre, por las mierdas de la vida. En cambio sí me puedo burlar de todo lo mío, porque eso es tener verdadero sentido del humor.
Museo: Desde los años ´80, aproximadamente, te dedicás a la docencia de humor
gráfico e historieta...¿Te gusta ser profesor?
C: Ser profesor me gusta cuando encuentro no a un tipo talentoso, sino cuando me agradecen todo lo que les regalo, que es todo lo que sé, y me costó sangre sudor, tinta y lágrimas aprenderlo. Y no hay demasiados de esos, aunque algunos me dieron grandes gustazos.
Museo: Las dos últimas preguntas de rigor...
¿Qué elemento nunca debe faltar en el tablero del dibujante?
C: El lápiz es la verdad, pero no existe sin la goma de borrar. El viejo Breccia me decía que había cuadros que los borraba 12 veces. Y me lo dijo a los 70 años.
Museo: Un consejo para la nueva generación de dibujantes argentinos...
C: Y si tuviera que aconsejar a la nueva camada de dibujantes argentinos, les diría que si quieren ser artistas, que se jodan, porque el arte es duro y largo. Y sobre todo en un país subdesarrollado a medias, como este, donde ganamos como en Brasil, pero tenemos talentos como en EE.UU.
Ya Leonardo Da Vinci dijo: "El arte es largo, y la vida es corta".