viernes, diciembre 02, 2011
CARTA A MIS GENITALES
Buenos aires, 3 de diciembre de 2011:
Queridos genitales míos:
Esta carta se las debía.
Toda la vida estuvimos juntos, en las buenas y en las malas. Amamos juntos, juntos gozamos. Juntos sufrimos la alegre y lujuriosa humillación de la masturbación, y alguna vez de la impotencia. Pero nunca nos comunicamos de verdad. Espero que lean con atención esta misiva. Sería más importante para mí, que para ustedes.
Millones de veces los acaricié y los disfruté. Otras tantas disfrutaron de tibias carnes femeninas. Sé que por eso, jamás me dieron las gracias. Tampoco expresaron ninguna clase de agradecimiento, ni siquiera con una tenue sonrisa, y sin embargo tienen una boca. Pero sé que lo disfrutaron a lo bestia. Y muchas veces debieron estar orgullosos de mí, como yo lo estuve de ustedes. Somos un equipo, yo pongo la técnica, voy llevando la pelota desde mi arco, y les doy el pase final, para que la empujen y la metan adentro, del arco…Siendo yo agnóstico, mil veces le di gracias a Dios, sea este como sea, por el momento que pasamos juntos ustedes, la mujer con quién estábamos y yo, compartiendo la idea de que la vida es dura, pero tiene momentos de maravillosa magia. Y esos ratos inefables, hacen que uno crea que vivir vale la pena. Que el amor o sólo jugar al amor, por un rato, nos hace sentirnos como Dios, que somos parte de él, como los átomos son parte del Universo, y el Universo, es eso incognoscible que es Dios, o la creación, o como demonios quieran llamarlo los hombres…. Ser el Creador o quien nos permita eso tan maravilloso, esa borrachera de emociones centuplicadas, te inundan el alma de felicidad, más que momentánea, porque luego flota entre los recuerdos, y te hacen sentir que tu cuerpo es maravilloso, inefable.
Ese creer que la soledad en la que vivimos inmersos, se puede romper con solo desnudarse ante una mujer desnuda, es mágico. Y al penetrar en los abismos de los sentidos, hasta que la explosión final del orgasmo te vuelva a esa dura realidad diaria, que luego de ese instante es menos dura, y pasado un tiempo, mucho más dura, ya supera lo sublime.
Tampoco les agradecí, viejos compañeros de placeres, por los favores recibidos. Claro, nunca antes de este instante, se me había ocurrido fijarme en lo paralelo de nuestra vida. Aunque hay una independencia terrible en ustedes. Pueden fallar cuando los necesito y pueden estallar en una erección terrible cuando quisiera demostrar indiferencia. O estallan antes de lo previsto y necesario, en un pequeño torrente humillante para mí y también para ustedes. A veces no quisiera que me tengan de esclavo, sabiendo como luego de una limosna dulce de placer, podrían venir terribles arrepentimientos, trabajos insufribles y lo que es mucho peor, el dulce y agrio sabor de estar creyendo que se ama a alguien, cuando es mentira. Les digo “creyendo”, porque nunca pude descifrar donde está la frontera exacta entre el deseo carnal, genético, y hasta cultural, de eso que los hombres suelen llamar amor. Esto quizás sea una mezcla de deseo físico, cultura, acostumbramiento, ilusiones, miedo a estar solo, deseos de sentirse amado, de ser útil, de reproducirse, de creer necesitar del otro lo que creemos no tener. No sé cuantas cosas más, que podría sacar de mi cabecita con solo pensar un rato, pero no creo que hagan falta en esta carta. Esta es sólo un agradecimiento, un anunciarles cuanto los quise siempre, un reconocer mi saber de cuanto me quisieron y me sirvieron, pero nunca antes se me ocurrió expresárselo. Quizás porque creí ser con ustedes una sola cosa, un solo cuerpo, una sola intención.
No sé si vale la pena darles las gracias a los gorditos por mi hijo. Es demasiado obvio. Y demasiado mágico para comunicarlo con palabras. Nunca voy a poder acostumbrarme a no asombrarme del tremendo, inefable y terrible milagro de la vida. Digo también terrible, porque para bien o para mal, la vida es inevitable hermana siamesa de la muerte. Y la Parca me sigue molestando, torturando, asustando y un montón de “andos” más. La asumí algo en mi intelecto, hasta en mi emoción, pero no del todo. Me lleva la vida ir lográndolo. Y aún no termina el trabajo. Por desgracia no terminará jamás, ni cuando la huesuda diga: -Se acabó el tiempo que les presté, vengan conmigo-.
De cualquier manera, estoy demasiado orgulloso de ustedes. Me dieron la oportunidad de prolongar la cadena de la vida, en otro hombre más, del cual estoy muy orgulloso.
Por todo esto, no debe ponerse celoso el flaco. A él también lo amo, pero como siempre decimos de mamá y papá -a los dos los quiero por igual, pero son amores diferentes-.
Bien, lo esencial ya se los dije. Lo demás lo iremos charlando en lo que resta del viaje juntos. ¿Saben cuantas veces los imaginé, y me molestó mucho la idea de vernos flojos, flácidos, vencidos? Bueno, no nos pongamos sentimentales y llorones, aún nos queda mucho por disfrutar juntos como buenos amigos, inseparables compañeros de ruta.
Siempre estuvieron en mis emociones y en mis pensamientos, pero luego de esta carta, siento que los voy a pensar diferentes. Es como un hermoso cuadro que está en casa desde que yo era niño y de tanto verlo se le desgastó la hermosura. Ya ni lo miro, sino medio de casualidad o porque alguien me lo hace notar. Habernos de alguna manera, no comunicado, los hará revalorizar, como pasa con las cosas perdidas y recuperadas.
Hasta luego, queridos genitales. A los dos gorditos y al flaco. Como diría un viejo tango: “el trío más mentado”.
Chau, nos vemos.
Con todo el amor del mundo, el resto del cuerpo y el alma de Cilencio.
1 Comments:
que chancho..!
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