PRIMO NARCISO Y PRIMA POLÍTICA AMALITA
-Yo estoy para grandes cosas ejecutivas, como presidente de la Nación, pero prefiero mantenerme al margen... la política es mafiosa –decía siempre, cuando le criticaban desapego al trabajo. Y en realidad, tenía razón, el no las buscaba, pero casi todas las mujeres casadas del club aristocrático donde era socio, habían tenido algo con él, y él algo de ellas, parte de su dinero...
-Lo mío es el canje, yo les doy, ellas me dan –me dijo una vez, con la serenidad del que dice la verdad.
Pero el juego fue su perdición. Quedó con una deuda de 2.875.980 dólares, cuando se jugó un dinero para pagar una estancia, que le dió Sofía C., perdiéndolo con unos apostadores profesionales. Sofía se puso mal y le exigió que le devolviera el dinero, sino se lo decía a su marido, capo mafia retirado, pero capo mafia de los duros.
-Tengo que conseguir una mujer que me de todo eso, y una amante nunca me lo va a prestar... Tengo que casarme, y sé con quien, con la duquesa Amalita E., que está loca conmigo. Esa tiene más dinero que el Vaticano, desde que quedó viuda de un obispo anglicano gay, inglés –me dijo, preparando su plan siniestro.
-Es la mujer más asquerosa que conocí en mi vida, porque aparte de vieja, fea, gorda y lasciva, es tan antipática, que ni por diez mil dólares, los taxi boys quieren tener nada con ella -siguió contándome su repugnante plan.
-Ni bien nos casemos, antes de morir del asco, voy a hacer que mis amigos de la policía, me la saquen del medio, simulando un robo, sin violación porque eso nadie lo creería –dijo sereno, con la frialdad de un témpano.
Y sí, se casó con ella, y a los pocos días, primo Narciso tuvo un accidente terrible con el Rolls Royce, se quedó sin frenos. Los expertos de la compañía de seguros donde su mujer había asegurado la vida de él, dijeron que fue una falla humana, pese a que reconocieron que los caños del freno estaban serruchados.
-Es una falla humana, porque un buen conductor, debe verificar siempre, que los frenos no estén serruchados –explicaron los expertos.
Lo importante que la aseguradora pagó todos los gastos del coche y de la amputación de sus piernas y las prótesis. Es más, le dieron una silla de ruedas que parecía una Ferrari en miniatura, hasta roja se la pintaron. Como no se le pudo probar nada a nadie, el sospecho accidente, quedo invisible en la neblina de los casos cerrados.
Los del calefón que explotó cuando se bañaba, también fue considerado una falla humana.
-No se deben poner calefones en los baños, y menos dejar dentro un cartucho de dinamita –explicaron los de la compañía de seguros.
Ahí perdió solo un brazo, el izquierdo, y el ojo derecho. La compañía se hizo cargo de los gastos y de las nuevas prótesis. Como sus genitales estaban intactos, debió seguir teniendo “conocimiento carnal” con su esposa. Ella no le hacía asco a nada...
–Fue una compensación justa, tuviste suerte -le dijo Amalita –ahora tus dos mitades, tienen cada una habilidades diferentes.
Tan mal venía primo de salud y ánimo, que no encontraba fuerzas para planear con sus amigos policías, el “viaje” de su mujer al más allá.
Lo duro estaba por venir. Fue cuando la silla de ruedas, por alguna inexplicable causa, quedó conectada al enchufe de la corriente eléctrica, donde estaba la TV. El paro cardíaco, fue lo de menos. De eso salió en la terapia intensiva. Pero el daño de la electricidad, le dejó tan mal su único brazo, que debieron amputarlo. Y perdió el otro ojo, cuando cayó de la silla, al golpearse con ella.
-Fue una falla humana, nadie debe conectar la silla eléctrica al tomacorriente, sino a la batería que lleva -dijeron los de la compañía de seguros.
Ya sus genitales habían cesado de funcionar, lo que al menos le trajo un alivio, no debía tener relaciones sexuales con su cónyuge.
La caída de la silla de ruedas desde el barco al Pacífico, cerca de Haway, donde habían ido de vacaciones, también fue considerada una falla humana.
-Las sillas de ruedas deben venir con flotadores, en los casos de vivir cerca de ríos o mares –fue la opinión de los expertos.
Y la cosa fue dura. Cuando lograron rescatarlo, solo quedaba su cráneo, porque los tiburones se habían devorado el resto.
La compañía de seguros, logró salvar su cerebro, porque ni bajo amenazas de muerte, querían pagarle a Amalita el seguro de vida, que era por cien millones de euros. Por suerte, fue su último accidente. Los de la compañía, sospechando que Amalita tenía alguna incidencia en la seguidilla de accidentes, tomaron a su cargo el cerebro, que funciona en un laboratorio, en Suiza, donde lo mantiene funcionando, custodiado por guardias de seguridad.
Y esa es la historia de primo Narciso. Se casó para salvarse de que lo mataran, y por suerte, al menos lo más importante de una persona, su cerebro y su alma, siguen en este valle de lágrimas.
Claro, lo que nunca se enteró, es que Amalita estaba en la ruina, también jugadora empedernida como primo Narciso, y planeó casarse con él, matarlo y cobrar el seguro de vida.
Pobre Amalita... debió vender todo lo que le quedaba, y además tiene un juicio porque no puede pagar los gastos de mantenimiento de su marido, en donde lo mantiene la Compañía.
La vida es dura, si lo sabrá Shakespeare. ¿O no...?