TARZÁN EL HOMBRE MONO
TARZÁN, EL REY DE LA SELVA
Fue huérfano al nacer. Su cuna fue un bosque de Ruanda. Lo amamantó una gorila llamada Grr. La leche de su madre adoptiva era mucho más rica en proteínas que la que le hubiera dado su madre natural... eso, y el tener que seguirla por las ramas de los árboles, le dio la fuerza y vitalidad que no hubiera obtenido de su pálida madre sajona. Pronto aprendió el idioma gorila... claro, es mucho más simple que el inglés... apenas unos pocos gruñidos, pero lo suyo fue duro... Los chicos gorilas de los árboles del bosque no lo miraban con simpatía. Por suerte para Tarzán, no lo golpeaban, porque su piel lampiña y su color claro, lo tomaban como una enfermedad, y evitan acercársele. Inteligente como era, él hacía lo mismo, porque no le gustaban los largos colmillos de sus hermanastros.
- Gorilas, negros de m... -hubiera sido su frase favorita, si hubiera sabido otro idioma, en gorila, esa frase no existe. Tan solo “grr”, que le era similar al nombre de su santa madrecita adoptiva. Lo repetía siempre, lo cual le dio fama de agresivo y dominante, por lo que además de temerle, acabaron por respetarlo.
- A los 13 años, edad en que alcanzó su adolescencia y en la que los machos comienzan a disputar al macho dominante, un “espalda plateada”, la posesión del harén de hembras, tuvo la suerte de ser, o al menos parecer, algo mariquita, por no demostrar interés en sus amiguitas. Fue una lástima, porque quizá hubiera sido el principio de una nueva clase de homínidos, mucho menos agresivos que los chimpancés, que le hubieran dado al mundo, un poco de la paz que se necesita.
- Mucho más liviano que los lomos plateados de 200 kilos, su estructura de homo sapiens, amamantado por Grr, le permitió una agilidad insuperable, no exenta de fuerza. Eso le ganó el respeto de sus coetáneos.
- -Al maricón no le gustarán las hembras, pero es más ágil que nosotros –pensaban en idioma gorila. Y no sólo era más ágil, su madre natural había sido trapecista, sino tanto, o más inteligente que su padre, un antropólogo con un coeficiente intelectual de genio. Esto le permitió en poco tiempo, ser el macho alfa, logrando sacarse de encima al anterior, mediante su astucia e inteligencia. Lo logró desafiándolo a tratar de subir más alto en un árbol, al que le había serruchado en parte, la rama más alta. ¿Qué como serruchó la rama? Muy simple, estaba el serrucho entre los restos del barco que naufragó, donde murieron sus padres que estaba en la orilla de un río. Y Tarzán, jugando con él, logró aprender a utilizarlo. Lo mismo pasó con una pistola Magnun 44, que aprendió a utilizar. Eso le ganó no sólo el respeto, sino la fama y el miedo de los demás espaldas plateadas de todo el bosque. De ahí a que lo nombraran Rey de los gorilas, hubo un paso. Pero a sus espaldas todos se reían y burlaban, cuando rechazaba, con suma indiferencia, a las hembras que le exigían que cumpliera sus deberes de macho alfa, que es como todos suponen, hacer más gorilitas. Esto fue motivo de gran preocupación de Grr, su madre. No sólo preocupación, sino culpa de peleas con otras gorilas, sobre todo las que estaban en edad de “merecer”. La pobre Grr, humillada, hasta trató de enseñarle como se hacía eso, pero no hubo caso. Quizá fue el temor instintivo al incesto, lo que lo llevó a no aceptar ninguna clase de intentos de acercamientos del tercer tipo. No hubo feromonas femeninas que lo convencieran. Si hubo algunos problemas, con gorilas gay, que pensando que era del grupo, intentaron alguna maniobra afectiva. Su Mágnum 44, respondió por él. Y aquí sí, su título de Rey de la selva, llegó a todos los oídos de Ruanda, inclusive entre los nativos humanos. Como todo lo que se relata de modo oral, se grandifica, y esto permitió que su fama llegara a la epopeya, a la leyenda épica.
- Cuando vio a Jane, la que luego lo devuelve al mundo civilizado, sucedió en él algo inesperado. Surgiendo de sus fosas nasales, el olor de las feromonas de la elegante y atractiva rubia, provocó en él una explosión de testosterona, similar al volcán Etna. No teniendo experiencia, salvo la de “hacer la del mono”, como sus compañeros de selva, no sabía que hacer... pero lo hizo. Esto sorprendió, y de modo muy grato a la mujer. En la versión pacata de Edgar Rice Burroughs, fue eliminado, pero sucedió así. Tampoco mencionó el terror de Jane de que su embarazo, terminara logrando traer al mundo, un gorilita o un mulato, híbrido de hombre-gorila. Por suerte, o por desgracia, no hubo hijos entre ellos. Y no se debe confiar demasiado, en algunos historiadores que sí, como un tal Dan Brownin, en un libro, “El código Tarzán”, afirman que tuvo una hija, que luego fue a parar a un circo de fenómenos en Francia. Además de falso, está comprobado por la ciencia, que eso es imposible.
Para redondear, digamos que al pasar a Hollywood, su historia pase a ser historieta, payasada que el mismo Burroughs defenestró, cuando al ver al actor que representó al hombre mono dijo: -No puede ser que los pectorales del protagonista, sean más grandes que los de la protagonista.
Claro, estaba en contra de esos hiper desarrollados físicoculturistas, pareciendo amanerados, que transformaron al hirsuto hombre mono, de largos cabellos y luenga barba, en un rubio bien afeitado por Gillete, que terminó siendo tan culto como un ingeniero espacial, en su última versión en una serie de TV.
De su final se dijo poco y nada. Pero su vida tuvo una última etapa trágica. Luego del divorcio con Jane, por supuesto ocultado por la prensa, quiso volver a sus raíces, pero ya viejo, peinado a la gomina y de traje, con chaleco y corbata, además de zapatos de charol, primero fue desconocido por sus antiguos camaradas arborícolas. Y cuando se hizo reconocer, fue tan grande la explosión de risas gorilas, que los sismógrafos lo tomaron por un movimiento telúrico en la escala 3,7. Un pigmeo, al que conocí en un safari fotográfico para Animal Planet, cuenta de que oyó a sus mayores, de que se suicidó, arrojándose desde una alta catarata, y que en la caída imitó el grito de Jhonny Wueissmuller, su más famoso actor, ese de “Aaaaaoooaaaooooaaaa”, que lo hizo tan popular. Esto último no está corroborado por la historia, por ser tan solo una versión oral. De Jane, solo se supo que se cambió de nombre, y terminó sus días en un geriátrico Suizo, añorando a su brutal, pero varonil compañero. Todas las historias de amor son trágicas... siempre terminan con la muerte de sus protagonistas.