FOTO PARLANTE DE MI PRIMO ALBERTO
Como podrán ver en la foto parlante de arriba, mi primo siempre tuvo mucho sexo, incluso también con muchas mujeres. Eso sí, siempre le costaron mucho dinero, cuando no condenas bastantes serias, de las que salía bien parado, por mi abuelo Eugenio, este es un nombre supuesto, como comprenderán, al que su poder en la mafia siciliana, le daba posibilidades para lo que quisiera. Gran amigo de los Papas, y de los presidentes yanquis. Lo de Lulú, quizá fue su gran amor en la madurez. Con ella casi nunca tuvo problemas, ni de cuernos, ni de abandonos, ni de hijos indeseados. Salvo cuando se le pinchaba y no tenía a mano con que repararla, sobre todo las noches de invierno. Y la más grave, fue cuando se la prestó a mi tío Aurelio, que se la devolvió algo sucia. Pero ese no fue el problema, sino que este sobrevino cuando se enteró de que le habían internado en el hospital, por una bastante terrible enfermedad de transmisión sexual. Lo curó muy bien, tío Eulalio, que era un genio en ese tipo de problemitas. Hubiera ganado el premio Nóbel, si no hubiera fallecido, en plena madurez, luego de una orgía en Afganistán, con unas señoritas islámicas, donde tarde se enteró, que algunas no eran señoritas, debido a que vestían el burka.
–“Ya me parecián dos de ellas, demasiado altas y fornidas, pero con ese vestido, tardé en darme cuenta.” –me confesó en medio de amargos llantos, poco antes de irse, en la última cama donde yació.
Retomo con primo Alberto, lo que le dolía, no era la falta de sexo, sino de que lo amaran, y lo desearan como podrían hacerlo con Brad Pitt. Y más aún las burlas por el tamaño de su principal genital. Y sobre todo las carcajadas brutales, de algunas de las “ninfas” con las que se solía entretener, cosa que remedió en gran medida, gracias a la buena de Lulú, que era perfecta, siempre disponible, claro, salvo cuando se pinchaba, callada, a la que jamás le dolió la cabeza, ni estuvo en “esos días”, y siempre se mantuvo joven, como el primer día en que se conocieron.
Siempre dije que uno sale o se acuesta, que no es lo mismo, con lo mejor que puede conseguir. Y no lo que hubiera soñado, y que muchas veces, si lo hace con lo que vivió en sus peores pesadillas, como mi prima Albertina, que le decían “King Kong”, por su gran parecido a un famoso actor del cine, mejor dicho personaje. Y también, por si fueran pocos sus sufrimientos, debía pagar. La vida es dura, y a veces ni siquiera eso, como decía ella, cuando le tocaba algún “galán”, de avanzada edad, y perdida en parte su virilidad.
Por hoy, dejo de hablar, que no me gusta andar con chismes familiares íntimos.
Y va un gran beso en Cilencio.
Y amen y amén.
Sobre todo amen, pero cuidensé, no sean como el presidente de Paraguay.