MI FAMILIA UNITA
NO MATARÁS
Tío Francesco –es un nombre de fantasía -nunca mató a nadie... todo lo hacían sus muchanchos... Digo “muchanchos”, porque eran unos cerdos esos muchachos... Todos saben que en la mafia, no se puede renunciar. Y lo primero que hacen cuando reclutan a alguno, es hacer que mate a alguien, para que ya no pueda retroceder ni denunciar a nadie. Los muchanchos de tío Francesco, mataban para entrenarse, para aprender a matar a los que había que matar. Cuando estaban aburridos, se mataban entre ellos; mataban el tiempo, matando. Hasta mataban con la indiferencia... Bueno, no se puede decir con exactitud “indiferencia”, porque le ponían a la víctima el revólver en la boca, y esperaban indiferentes, que el tipo muriera de un síncope. Esa es una de las causas por las cuales Sicilia no está demasiado poblada. Y no eran idiotas, ni psicópatas. Sabían que matando, cada vez tenían mas poder. Es más, tío, para disimular que eran mafiosos sus empleados, puso una agencia de seguridad. Y como había tantas muertes, todos aceptaban los servicios de sus empleados. Los que no aceptaban, al morir baleados, le servían de promoción para que los otros, aceptaran sus servicios.
Bueno, pero hablamos del mandamiento “no matarás”. Tío Francesco era muy religioso. Para él, el dinero era un Dios. Es más, vivía en la Iglesia, disfrazado de cura, para disimular. Nadie desconfía de un cura. Bueno, nadie que sea muy ingenuo. Porque así les fue a los Borgia, cuando asesinaron a uno en la iglesia. Pero la gente es inocente.
-Yo soy inocente, nunca pudieron probarme nada –decía siempre tío, con el orgullo de quien sabe hacer de su oficio, un sacerdocio. Uno de sus negocios, de los que más le dejaban dinero, era el cementerio privado de su ciudad. Por supuesto que las casa de sepelios también eran suyas. Eran tan eficientes... Como sabían quienes iban a morir con anticipación, ni bien llegaba el deudo a pedir el servicio, tenían el ataúd a medida, justo para el finado. Por eso tío Francesco, tenía prohibido matar con explosivos.
-Porque después no se encuentra el cadáver, y nos perdemos un servicio –me explicó un día en que le insinué que se asociara con los iraquíes de Ben Laden.
-Ellos matan al por mayor, y de paso, usted puede poner una clínica de primeros auxilios y terapia intensiva – le insinué, con la intención de que viera mi buena voluntad y mi inteligencia para los negocios.
-No, no sirve, nos perdemos parte del negocio –me dijo, y me explicó lo de perder los cuerpos.
-Además, yo soy un romántico, me gustan las artesanías, y nada es más bonito que una buena ametralladora, incluso una Mágnum calibre 44, para hacer los negocios me explicó. Creo que a mí me faltó eso de la visión y del gusto por lo artesanal. Quizá por eso no hice demasiada carrera con él.
Otra cosa que amaba era el golf. Le encantaban los agujeros, y hacerlos rellenar, sobre todo con balas de plomo, pero también con pelotas, y él para jugar al golf, usaba unas con relleno de plomo. También le agradaba meter otra cosa en los agujeros, pero ya eso es parte de otro pecado, que no voy a estar explicando aquí.
Por supuesto que las canchas de golf de la zona, eran de tío. Las tenía muy cuidadas, porque quienes no contrataban sus servicios fúnebres, y habían quedado muy desfigurados porque a veces a los muchachos se les iba la mano con las balas, los hacían desaparecer, enterrándolos en el green.
–Me encanta jugar, pisando arriba de donde está enterrado alguno de los que no quiso colaborar conmigo -me decía con su tierna sonrisa angelical –porque tenía una sonrisa dulce. La había copiado de unos angelotes pintados por Rafael, una vez que fue a “convencer” al obispo de una catedral, de que colaborara en el negocio de la venta de estampitas. Ahí no hubo caso, no logró nada. El obispo tenía más poder que él...
-Tengo el apoyo del Señor –fue la contestación del obispo- a su proposición. Por supuesto, que cuando se refería al “Señor”, no lo dijo por Jesús, sino por el Papa.
Lamenté mucho su muerte. Para mí era más que un tío, era un padre... siempre me ayudó en lo que pudo. Pero no me quedó más remedio que vaciarle el cargador de mi Beretta. Porque me habían amenazado a mí a y a mi familia, los de la “familia” más enemiga de la del pobre tío Francesco. Como sabían que yo era hombre de confianza de tío, era un trabajito fácil. Y me ofrecieron cien millones de dólares, y quiero ver a cualquiera en mi lugar, si se puede dar el lujo de perder esa fortuna, por el mínimo trabajo de apretar un gatillo unas cuantas veces. Igual, algún día se iba a morir, y peor es morir de viejo, lleno de cánulas, como Chaplin.
Todo esto me lo relató mi primo Luciano –nombre supuesto, por supuesto –cuando me invitó a pasar unos días en su yate de cien metros por el Caribe.
Como verá, mi familia tiene una historia muy interesante. Y lo mejor siempre fueron muy unidos y de pensar igual. “Quien aprieta el gatillo primero, aprieta dos veces”, es el lema de la familia.
Amén y amen.
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