TIO EUGENIO Y TIA SARA

Se amaban tío Eugenio y tía Sara…Él amaba los millones de ella, y ella lo amaba porque era un hombre. Él único que pudo conseguir… mejor dicho, casándose por civil y con una mínima ceremonia religiosa, en la estancia de ella. Porque cirujas, peones, capataces, domadores o lo que sea, que pasaban por la estancia, hasta por un plato de comida, la… no, no, nada… no dije nada.
Mujer bastante inteligente… una vez casi pensó.
Y querible como nadie… La querían todos…Todos la querían matar. No es que fuera espantosamente antipática. Eso era justo el menor de sus defectos. Defectos mayores no tenía… ella era un defecto... como sería, que cuando Dios la vio, se quería suicidar de la vergüenza.
-¡Esto no puede ser una creación mía, alguien del averno, metió los dedos y creó un monstruo, que al lado de Víctor Frankenstein, es Kim Bassingger y más mala que Atila y Nerón juntos –gritaba el pobre Dios. Esto es un papelón, después los ateos y l9os agnósticos descreen de mi bondad…
Lo paró del suicidio Luzbel, que en ese momento eran socios, aprovechando la segunda guerra mundial. Habían puesto un negocio de compra y venta de carne, para hacer hamburguesas. No me pregunten de donde ellos sacaban la carne, en medio de la guerra mundial, donde escaseaba la comida…
Vuelvo a tía Sara…Voy a hacer una listita de sus defectillos: era más avara que que el Rey Midas. Cuando gastaba un peso, para compensar, les robaba otro a las sirvientas y a los peones de su estancia.
-Para mantener el equilibrio ecológico –decía. Vanidosa como para que el pavo real que le regaló tío Eugenio, le tuviera envidia. No tenía vicios, salvo las drogas pesadas, y alguna que otra cosa -su ninfomanía, en ella era una virtud, al menos quería a alguien, mejor dicho a alguienes… Si habrán pasado por sus yuyales hombres… porque ella consideraba a su cama, libre de pecado, solo con tío Eugenio. Y no quiero hablar de sus amores con anim… no, de eso, no, no hablo, porque queda feo… Alimentaba a las vacas con alcohol, para que dieran vino blanco, y toda la producción de su tambo, la consumía ella. Tenía mucho miedo a que viniera el comunismo y le quitaran sus bienes. -Si viene el comunismo, yo me nombro mayordoma de la estancia, y me quedo ahí –decía siempre. Y por si debía tener que trabajar en algo, se compró un libro de autoayuda: Como ser prostituta en 10 lecciones.
-Es mejor, si no queda más remedio que trabajar, que hacerlo en algo que una tenga vocación y alguna experiencia –opinaba ella. Cuando cumplieron años de casados, tío Eugenio le regaló un cuadro con el retrato de ella. Y como lo hizo de apuro, no tenía un marco a mano, usó la tabla del inodoro, que era muy cara, de ébano. A tía Sara, mucho no le gustó, pero como era tan vanidosa, con tal de mostrarse, lo puso en el living. No sé si es psicosomático, pero cuando yo veía al retrato, con su cara y ese marco, sentía olor a metano… no sé… soy muy sugestionable.