MI PRIMO ALBERTO VIENE MEJORANDO

MI PRIMO ALBERTO ES UN PEDANTE

MI PRIMO ALBERTO ES UN PEDANTE

Tecnología mediante, quedó demostrado que mi primo Alberto es un estúpido jactancioso insoportable. Después de su infame, vergonzosa e inconfesable aventura con la-él mujer (mujer ja ja ja), barbuda más gorda del mundo, nos desafió a mí a y mis otros primos, a que iría con Sabrina, la meretriz más famosa y voluminosa de mi barrio, para hacerla suspirar y enloquecer de deseo, como nunca había logrado ninguno de los familiares nuestros que lo intentaron.
Apostamos una importante suma, a que no lo lograba. Y quedamos en que si él pegaba el grito de Tarzán, en la recámara de la infinita mujer, sería la prueba de que había logrado lo imposible.
Con la ayuda de la más que fornida mujer pública, instalamos una cámara oculta a los ojos del lúbrico Alberto, con sonido cuadráfónico. Tonto como es, y no sabiendo por inexperiencia, cuanto debe durar un macho, para hacer llegar al estado de paroxismo erótico a una dama, llamado de forma vulgar orgasmo, y menos a Sabrina, dulce mujerzuela, que para eso necesitaría al regimiento de granaderos a caballo, con sus cabalgaduras incluidas, a los tres minutos emitió el grito tarzanesco, que debo reconocerlo, fue tan largo como debiera ser un mínimo acto erótico, en un hombre. Buenos pulmones tiene mi primo Alberto. Pero a ella ni siquiera la tocó, salvo cuando se le subió encima de la espalda para gritar, como se ve en esta foto, con sonido visual. Y no hubo “conocimiento” carnal, porque Alberto no llegó a la penetración, debido a la poca valga la redundancia poder de penetración de su –decir pene sería un elogio –miembro más o menos viril. Si ustedes alguna vez jugaron al billar, sabrán lo en extremo difícil que es jugar ese bonito juego, empujando la bola, con una soguita, comprenderán lo que estoy tratando de explicar con delicadeza.
Bien, la cámara oculta con sonido, le impidió ganar la apuesta, por lo que debió empeñar sus pocas pertenencias, para pagarnos la apuesta, ya que las deudas de juego, son sagradas. Luego, más necesitado de dinero que nunca, volvió a medrar utilizando su traje de payaso, pero ya no en un circo, a los que ahora les teme, sino en el semáforo Carabobo y Falcón, en el barrio de Flores, en Buenos Aires, donde hacía una rutina tontita, de arrojar tres pelotas al aire, y que jamás las agarraba. Eso hacía reír mucho a los conductores, pero tanto reír, les impedía buscar una moneda para pagar su actito, ya que luego debían acelerar sus vehículos, porque los camiones y ómnibus de atrás, hacían resonar sus inmensas bocinas, para que muevan sus automóviles. Varias veces lo atropellaron, por lo que ahora volvió al hospital, pero al menos ahora no en terapia intensiva, sino en terapia intermedia. O sea que sus cosas van mejorando. Y al menos allí, tiene comida y techo asegurado. La vida es dura, sobre todo para mi primo Alberto, menos para una parte de él.