SOFIA LOREN Y YO, (TIEMPO PASADO)
SOFIA LOREN Y YO, (TIEMPO PASADO)
Aviso de entrada, no lea esto. No es apto para menores, puritanos, religiosos de cualquier confesión, gente honesta y pudorosa, aunque sea de modo mínimo.
Es una historia demasiado tórrida, que comenzó varias décadas atrás.
Yo estaba en Italia, tratando de hacer carrera como guionista de películas neorrealistas. Lo mío era un fracaso, porque no hablo casi nada en la lengua de Dante, y todos querían que estuvieran escritas en italiano.
Entonces tomé una decisión quizá trágica, tal vez mágica. Escribí guiones para películas triple XXX. Tengo una mente muy visual, como dibujante y pintor que soy, y los diálogos eran muy simples, solo consistían en que las protagonistas femeninas, gritaran “¡¡¡AAA... AAAA, CARO MÍO... AAA!!!”. La primera un éxito. La protagonista, fue una jovencita muy pulposa, era muy parecida a Sofía Loren, casi un clon, llamada Amalia Tortoni, de la cual me enamoré de modo infinito. Aún la Loren no era actriz, ni la conocía, así que me enamoré, como habran imaginado de sus dotes intelectuales, o sea de que gemía como nadie. Se podía oir a 300 metros.Por supuesto, yo firmé el guión con un seudónimo, Carlo Ponti, sin conocer para nada, que había un productor del mismo nombre y apellido. Los malditos de la producción, no me avisaron nada, porque querían que Carlo Ponti lo supiera, me hiciera juicio, y con eso publicitar la película, mediante el escándalo que produciría, el que yo fuera preso.
Y pasó eso. Ya en la cárcel, mi foto salió en todos los diarios de la península, y en ese tiempo, una ignota napolitana, bellísima ella, se apiadó de mí y me fue a visitar a la cárcel. Era idéntica a Amalia Tortoni, a la cual dejé de ver, porque se terminó casando, bueno, es una manera de decir con un cardenal del vaticano.Y sí, esta era la legítima Sofía Loren. Éramos jóvenes, con sangre del sur de Italia ambos, y el romance, por usar un eufemismo, fue instantáneo, y no tumultuoso, porque en esa cárcel no había visitas “sanitarias” para los presos. Es más, me tenía que cuidar en forma desesperada, de que los demás presos, no realizaran la “visita sanitaria” conmigo. Por suerte, con unos cuantos dientes menos y varias cicatrices, salí invicto. La hago corta, los ojos de Sofía, combinados con su sonrisa, logran lo que quieran en cualquier italiano heterosexual, y consiguió que el director de la cárcel me dejara fugar. Si les digo que nos fuimos a vivir juntos, no me lo van a creer, así, que no lo voy a decir. Es más tampoco yo mismo aún no me lo creo. Nunca sabré si fue un sueño, un delirio o una borrachera de las grandes. Quizá fue verdad. Pero al menos creo que la foto de Sofía salió en los diarios, de ahí la conoció Carlo Ponti, y lo demás entre ellos, es historia archiconocida. Lo que no es muy conocido, lo que narro aquí, salvo por mí, y por todos los psiquíatras a los que se lo conté. Lo hacía para desentrañar si fue un sueño o que, los malditos todos se rieron a carcajadas, salvo uno, hombre muy serio, que se asustó mucho de mí, por mi relato, y me denunció al 911, (esto fue en Nueva York, donde me fui a vivir, con pasaporte falso, y no me extraditan a Italia), donde me llevaron al manicomio. Del neuropsiquiatrico salí enseguida, porque le dije al director, que el que había inventado toda esa historia sobre mí, era el psiquiatra, y él quedó internado bastante tiempo. El pobre ya tenía antecedentes de contar cosas absurdas, como mi historia.
Lo que dije al comienzo de que avisaba de entrada, no leer esto, porque no es apto para menores, puritanos, religiosos de cualquier confesión, gente honesta y pudorosa, aunque sea de modo mínimo, me arrepentí, decidí no decir una sola palabra. Pero si se quieren dar una idea, piensen en todas las películas XXX que vieron en su vida, poténcienlas al infinito, y sabrán que pasaba entre la Loren y yo, mientras la cosa duró. Y si son tan pudorosos, o temen al infierno, piensen en todo lo que imaginaron ustedes, cuando adoraron a San Onán, el santo que siempre le da una mano a las almas ardientes y solitarias.
Y ya sé que no me van a creer. Es más, yo tampoco me lo creo.
Amen y amén. Y va un gran beso en Cilencio para todos.
Otro para la Sofia, que creo me recuerda con cariño. Solo quizá amó igual a Marcello Mastroiani.
Un beso en Cilencio.