martes, diciembre 02, 2008

CELESTE CID Y NUESTRO ROMANCE
Fue algo siniestro que se cruzó por mi mente. Quería hacerla sufrir hasta desear ir al Infierno, para aplacar su dolor. Nunca sabré porque lo hice. Pero cuando ella, esa noche se cruzó conmigo, en la puerta del restaurante, y me miró con esos inmensos ojos de gacela en su primer celo, desfalleciente de lubricidad, por primera vez, lo juro, tomé conciencia de mi sobrenatural poder animal de atracción sobre las mujeres. Lo de otras, como incluso aquello ya tan lejano con la Kim Bassinger, que casi destruye su carrera y su vida, nadie contó de su intento de suicidio cuando la dejé, fue casi un romance de jardín de infantes, fue todo para mi intrascendente.
Desde su mesa, cercana a la mía, Celeste comenzó el acoso. Yo trataba de desviar la vista, porque estaba con mi mujer, y no quería que se diera cuenta, pero era imposible. La Cid me tiraba besos, soplaba sobre su mano y hacía como que me los enviaba, para que llegaran a mí. Para calmar los celos de Betty, que quería ir a pelearla, debí jurarle que eso debería ser una cámara oculta, para hacerme una broma para la TV. Eso la tranquilizó un ratito, pero no iba a durar mucho, porque esas bromas, al final de un lapso breve, te aclaran que es solo un juego. Entonces decidí jugarme con audacia, me acerqué a su mesa, y le di mi tarjeta, diciéndole que me llamara a mi celular, al otro día, eso la calmó, y a los dos minutos, pidió la cuenta, pagó y se fue. Al no haber cámara sorpresa, mi mujer se puso furiosa. Esa noche debí soportar su llanto, hasta las seis de la mañana, en que me levanté y me fui, sin haber dormido, a trabajar. Por supuesto, a las siete, me llamó a mi celular Celeste. Nos citamos en el Sheraton de Constitución, en la suite presidencial. Pensaba hacerle pagar a ella, escapándome al terminar. Los detalles de lo que pasó allí, no creo que le interesen a nadie.
Y sí, me escapé, cuando ella se durmió.
Cambié de número de celular, para que no me pueda encontrar, pero supe de lo que sufrió. Es que no tenía ninguna tarjeta de crédito, y los del hotel, como no la reconocieron, la hicieron lavar platos, para pagar la estadía un mes entero. Con lo orgullosas que son las actrices, su ego, quedó destrozado.
Son gustos que uno se da en la vida. Ah, y Betty, sigue llorando de celos.
Amen y amén.
Fue algo siniestro que se cruzó por mi mente. Quería hacerla sufrir hasta desear ir al Infierno, para aplacar su dolor. Nunca sabré porque lo hice. Pero cuando ella, esa noche se cruzó conmigo, en la puerta del restaurante, y me miró con esos inmensos ojos de gacela en su primer celo, desfalleciente de lubricidad, por primera vez, lo juro, tomé conciencia de mi sobrenatural poder animal de atracción sobre las mujeres. Lo de otras, como incluso aquello ya tan lejano con la Kim Bassinger, que casi destruye su carrera y su vida, nadie contó de su intento de suicidio cuando la dejé, fue casi un romance de jardín de infantes, fue todo para mi intrascendente.
Desde su mesa, cercana a la mía, Celeste comenzó el acoso. Yo trataba de desviar la vista, porque estaba con mi mujer, y no quería que se diera cuenta, pero era imposible. La Cid me tiraba besos, soplaba sobre su mano y hacía como que me los enviaba, para que llegaran a mí. Para calmar los celos de Betty, que quería ir a pelearla, debí jurarle que eso debería ser una cámara oculta, para hacerme una broma para la TV. Eso la tranquilizó un ratito, pero no iba a durar mucho, porque esas bromas, al final de un lapso breve, te aclaran que es solo un juego. Entonces decidí jugarme con audacia, me acerqué a su mesa, y le di mi tarjeta, diciéndole que me llamara a mi celular, al otro día, eso la calmó, y a los dos minutos, pidió la cuenta, pagó y se fue. Al no haber cámara sorpresa, mi mujer se puso furiosa. Esa noche debí soportar su llanto, hasta las seis de la mañana, en que me levanté y me fui, sin haber dormido, a trabajar. Por supuesto, a las siete, me llamó a mi celular Celeste. Nos citamos en el Sheraton de Constitución, en la suite presidencial. Pensaba hacerle pagar a ella, escapándome al terminar. Los detalles de lo que pasó allí, no creo que le interesen a nadie.
Y sí, me escapé, cuando ella se durmió.
Cambié de número de celular, para que no me pueda encontrar, pero supe de lo que sufrió. Es que no tenía ninguna tarjeta de crédito, y los del hotel, como no la reconocieron, la hicieron lavar platos, para pagar la estadía un mes entero. Con lo orgullosas que son las actrices, su ego, quedó destrozado.
Son gustos que uno se da en la vida. Ah, y Betty, sigue llorando de celos.
Amen y amén.

3 Comments:

Blogger RosaMaría said...

Está buenísimo, no podía ser que a un artista como Ud. no se le diera también la veta grande de escribir. Me encantó. Felicidades y abrazote
(Tendría ud. que ir a editar y borrar la copia pues sale dos veces)No habrá sido una de sus bromas verdad?

7:44 a. m.  
Blogger CILENCIO NO SE CALLA said...

RosaMaría gracias, no es broma, falla del sistema. Un beso en Cilencio.

5:32 p. m.  
Blogger RosaMaría said...

`Le parece mal si paso el sábado por su clase de pintura? a las 14 verdad?

6:34 p. m.  

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