¿LOS SUEÑOS SUEÑOS SON?

Mi sueño.

A ella la soñé y luego fue uno de mis problemas… Tal vez el más grande, y al mismo tiempo el más idiota, porque lo que hice fue absurdo, y diría que temerario… Porque si estaba en uno de mis sueños, y en él hicimos lo que fue realizado, eso quise hacerlo realidad … En pocas circunstancias, puse tanto empeño… Fue entonces cuando comencé a buscarla… No sé si creer en las premoniciones, pero creo que podrían existir… Si no sé si soy el sueño de algún inmortal, de esos que pueden haber por ahí, en alguno de los infinitos universos posibles, si no sé de donde vengo, ni a donde iré, si es que existe algo más para mí… Sé de mi pequeñez, y al mismo tiempo de mi grandeza, al saber de mi semi infinita menudencia. .. No sé porqué, ni para que deseamos una mujer de las que solemos calificar de maravillosas… Será tal vez por lo que creemos intuir detrás de su belleza y su inteligencia y su afectividad potenciales… Sabía que podía encontrarla, pero no sabía sí ella pareciera delante mío, si yo entraría en su destino… Sabía y no sabía demasiadas cosas… Pero algo inefable, fatal, imperioso, me arrastraba, más que me empujaba… Porque mi terror era grande. Si no la encontraba, lloraría con lágrimas contenidas, las peores… Y lo más atroz, continuaría rastreando su imagen de sueño. Si la encontraba y ella no me encontraba a mí en sus ilusiones, porque eso suele ser el amor, apenas una dosis de espejismos, inventados por los prejuicios de una cultura de moral literaria… Eso sería fatal… Y si ambos coincidíamos en el mismo punto de espaciotiempoamordeseo, de nuevo a temblar , calculando cuando ese edén algún día se terminaría, porque de todas formas, todas las historias de amor, terminan, cuando expiran los amantes o al menos uno de ellos… Creí encontrarla muchas veces… Primero la materializaban unos ojos sugestivos, seductores o que quizá me lo parecían a mí, porque me miraban, aunque nunca sabía con seguridad, si me veían… Y si era eso, si se me podían escudriñar como soy, en medio de las tinieblas mutantes de mis circunstancias, o si me atisbaban como ellos creían verme… Mis ilusiones eran realistas, no quería ser amado por otras ilusiones, sino por una realidad tangible, inteligente, sabia, madura… Pequeños detalles hacían estallar mi pompa de jabón dorada e ilusoria. Algún gesto algo grosero, una demasiada voracidad genital, alguna desatención poco justificable en el amor, algún mohín de desagrado al oír algo mío, un tono de voz, que denunciaba esas actitudes soeces que todos llevamos en nuestros instintos… El tiempo, ese degradante veneno que corroe las horas, los días y lo peor, los almanaques, logró también oxidar mis pretensiones… Y al mismo tiempo aceitar, en un mágico juego paradojal, mi sentido de la realidad, eso tan intangible como la idea de tener alma… En las infinitas milésimas de segundo que viví, o creí vivir, encontré dentro de mis pensamientos tantas verdades, como sus correspondientes, como diría un físico, antimaterias, antiverdades. Vi verdades negras, rosas, rojas, invisibles, brutales, algunas mortales, otras en capullos que nacían dentro de jazmines que me inundaban de olores de tonos rosados… Conviví con veracidades que estaban en pozos negros, y sin embargo despedían destellos dorados, como gnomos bebés, jugando con sus varitas mágicas, y creando ilusiones y esperanzas color deleite. Y entonces comencé a rastrear dejando de lados algunas precauciones… Olvidé culturas distintas, edades diferentes, los superficiales colores de piel, las supersticiones que muchos denominan religiones, insondables abismos culturales… Los golpes fueron atroces, mortales para mis restos de ingenuidades… Los hombres pueden superar abismos, con puentes gigantes, cruzar océanos en horas, mirar las nubes más altas desde arriba, como si ellas se arrastraran, pero no la diferencia de gustos para encontrar placer en sonidos de diferente ritmo, por citar un mínimo ejemplo… Hasta que la encontré a ella… Aunque ella me encontró mucho antes que yo, las mujeres te huelen, sí, por el olor, ese que sale de nuestras glándulas de las axilas, y saben que eres su hombre, y ella tu mujer… Sabiduría que tiene dos mil cuatrocientos millones de años, heredada generación a generación, con paciencia legada de la creación… No es ella la que salió de mi ya lejano sueño premonitorio, pero sí es ella, la de mis aún lejanos sueños inundados de dulces remembranzas… Es muy parecida a la rosa del Principito, algo muy insegura, felina a veces un poquitín, con su fragancia siempre magnánima, con su mano siempre al alcance de mi mano, con su mirada sobre mí, aunque yo no esté… Y acaso lo principal, haciéndome saber que la necesito, y demostrándolo en cada tono de voz, en cada mirada, y regalándome eso que poseyó y disfrutó el Principito, el placer de compartir su amor, con el mío, que es menos sabio, rústico, pero igual que el de ella él único que puedo darle, porque no poseo otro…