Se tenía que dar. La gloria no se suele permitir dejar de lado a los amados por los dioses del talento artístico. Junto a una obra de Bianca Agostina Cilento, ya típica en su clásico estilo de salita rosa de 5 añitos, en uno de sus magníficos autorretratos, siguiendo la línea d Rembrandtiana, también su hermana Juliana, decidió dar a conocer al mundo, su maestría. Es más, no está firmada, al carecer de la experiencia difícil de obtener a los 31 meses, sin la infinita cultura que da ir a alguna salita rosa o de otro color, para aprender a escribir su nombre, esta acuarela, la azul que se sutua a la derecha, a la que las malas lenguas le atribuyen influencia japonesa, producto de sus viajes a Japón en busca de paisajes y climas, para plasmarlos en sus pinturas, es nada más que alma, decición, talento, seguridad, síntesis y fe en su arte. Y debió dejar de lado prejuicios sociales, como el de su mamá, Silvina, que quería coartar su vocación de plasmar arte con las acuarelas de su abuelo, el pintamonas que se cree humorista, Cilencio, opinando que las acuarelas manchan la blusita, y después no sale ni con jabón Ala, en el lavarropas... Por suerte, su alma de artista y su decisión fueron mas fuertes que la censura social. Se puso a llorar y ganó. Por algo extraño, se coló en este blog, una foto, tomada con cámara oculta, del primo de Cilencio, Alberto, en uno de los momentos más duros de su vida sexual... La historia del pobre Alberto, está signada por los sinsabores... A veces Dios es injusto... O quizá es el maldito Satán... Vade retro, Satán.